PULSO
Eduardo Meraz
Poco a poco, como parte de la desdeñosa justificación de que las cosas ocurren, el escenario del fin de sexenio cuatroteísta evidencia la inocultable descomposición de un gobierno incapaz, mal hecho, caprichoso y corrupto.
Conocedor de los puntos débiles del presidente totalmente Palacio Nacional, la delincuencia -en todas sus expresiones-, ha decidido escalar su apuesta para no sólo mantener, sino ensanchar el control sobre nuevas regiones del país.
El crimen organizado está dispuesto a vender caro su amor, y ha decidido establecer nuevas condiciones a la próxima mandataria federal, ya sea como aliado o como adversario. El clima benevolente obtenido ya le resulta insatisfactorio a sus propósitos expansivos.
Prácticamente no hay semana en la cual candidatos y políticos han sido asesinados, sin que por ello se mueva un milímetro la estrategia de seguridad -abrazos, no balazos. El crimen de este lunes de la candidata de Morena, Gisela Gaytán, en Celaya, frente a simpatizantes, lo certifica.
Así, el presente año ratifica el rotundo fracaso de cinco años de supuestamente combatir las causas de la violencia y de la inexistente impunidad cero.
Los homicidas se carcajean de las reuniones matutinas del gabinete de seguridad, cuyas recomendaciones se han vuelto secreto de Estado, así como del envío a diestra y siniestra, pero sin plan definido, de las fuerzas del orden.
Mientras tanto, los mexicanos debemos lidiar con tan elevado grado de ineptitud gubernamental en los tres niveles de gobierno que, por lo visto en el presente año, se hará más notorio conforme se acerque la fecha de la jornada electoral.
Esta pesadilla no sólo la padecen los deudos de los 183 mil asesinados y casi 50 mil desaparecidos. En realidad, imaginar la foto de esa cantidad de féretros causa escalofrío a nivel nacional a excepción, quizá, del mandatario palaciego, que dice tener la conciencia tranquila.
La manera en cómo se dió el crimen público de la candidata morenista en Guanajuato, durante una reunión pública con simpatizantes, es un severo llamado de atención para las autoridades.
Se trata de una descarada y descarnada advertencia a los gobiernos saliente y próximo de que los grupos delincuenciales son capaces de llevar la violencia a límites nunca imaginados.
Las intenciones son claras: decirle al gobierno quién manda en realidad y aterrorizar a la población.
Las excusas de Palacio Nacional ya nadie las cree. La única verdad duradera es que el presente sexenio es insalvable, por todo el daño que ha causado, salvó para sus aliados insider y outsider.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Los antecedentes de quienes han gobernado un país y “ya no se pertenecen”, no parecen ser la mejor carta de recomendación para la bastonera de Morena.
@Edumermo