ABC Migrante

PULSO

Eduardo Meraz

 

Difícilmente podría afirmarse sean almas gemelas, pero existen hechos incontrovertibles que los igualan: responsabilizar a los militares de las tareas de seguridad pública y las desgracias en la guardería ABC y en el centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez, Chihuahua, así como el caso Ayotzinapa.

La decisión de encargar a las fuerzas armadas labores de vigilancia y combate a la delincuencia organizada, en especial a los narcotraficantes, se ha convertido en una espiral que no parece tener fin y al terminar el presente sexenio tendrá un acumulado cercano al medio de millón de asesinatos en las últimas tres administraciones.

Además, esta tercia de mandatarios -Felipe Calderón, Enrique Peña y el que no debe ser nombrado-, tienen muertes por las cuales serán recordados en no muy buenos términos. La guardería ABC, los estudiantes de Ayotzinapa y, ahora, los migrantes de Ciudad Juárez.

Aun cuando en el presente se insista en sostener la existencia de diferencias entre el gobierno actual y los del pasado y antepasado, existen afinidades entre Calderón, Peña y el presidente totalmente Palacio Nacional; semejanzas que, para desgracia de los mexicanos y ahora también de centroamericanos, han costado vidas.

Sin buscar minimizar las tragedias, el caso del “refugio para migrantes”, es el más cruento, pues se han hecho públicos imágenes y videos, en los cuales se puede observar perfectamente la actitud deshumanizada del personal de Migración, al dejar encerrados a los migrantes, no obstante que ya no se notaba la existencia de fuego.

Comportamiento indigno de empleados y funcionarios mexicanos, como muestra del racismo y clasismo que tanto se abomina en el teatro en atril mañanero y que se supone no existe en el cuatroteísmo.

Y más doloroso fue constatar cómo el mandatario mexicano, buscando exculpar a su gobierno de la tragedia, prácticamente inculpó a los ocupantes del lugar de haber iniciado el fuego, a manera de protesta. Aceptando sin conceder esta versión, resulta poco creíble que los migrantes quisieran auto inmolarse.

Por si fuera poco, el presidente sin nombre y sin palabra fue incapaz de externar su pésame, sus condolencias a los familiares de los 40 fallecidos. Y no sólo eso, sino minutos más tarde, carcajearse sin pudor y sin respeto alguno por las víctimas, dando una muestra inigualable de su humanismo.

Como es costumbre en el cuatroteísmo, se empezó a hablar en redes sociales y medios de conspiración, de infiltrados kamikazes, dispuestos a morir para perjudicar a un gobierno. En el otro extremo, se habla de crimen de Estado.

Por el lado de los funcionarios, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, dijo que todo lo relacionado a asuntos migratorios era responsabilidad del titular de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, por “un acuerdo interno”, que está por encima de lo mandatado por la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.

Si bien la migración es un fenómeno mundial, en el caso de México, por su vecindad con Estados Unidos, tiene características especiales al ser un país de tránsito intenso de personas y la activa participación del crimen organizado en el tráfico de éstas, muchas veces en colusión con las autoridades.

Si a ello se agrega el papel forzado de contención y recepción de migrantes que le ha asignado su principal socio, queda de manifiesto la incapacidad del oficialismo para atender este fenómeno.

Lo cierto, al final del día es que, si bien políticamente los últimos tres mandatarios tienen diferencias, las desgracias los unen y los igualan.

He dicho.

 

EFECTO DOMINÓ

El fiscal general estadounidense, Merrick Garland, subrayó este martes que Estados Unidos necesita que México coopere en todas las fases del tráfico de fentanilo para poder acabar con esa lacra.

El cerco se sigue estrechando.

 

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